Orixás

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miércoles, 2 de febrero de 2011

2 de Febrero - Fiesta e Yemanjá

 En el calendario de las fiestas populares de Bahía, toman relieve especial las del ciclo del mar.
Erguida en una península, cercada de mar, tierra de pescadores, paisaje de barcos de vela, Bahía tiene una reina: Yemanjá, la señora de las aguas, poderoso orixá del candomblé, sirena de cinco nombres: Doña Janaína, Ynaé, Yá, Rainha de Aioká.
Ella reina sobre ese imperio de las aguas, del mar, de los lagos y los ríos, dirige los vientos, desata temporales.
Madre y esposa de los pescadores, su amor supremo, su deseo imposible.
"Es dulce morir en el mar, en las olas verdes del mar", cantan los capitanes de los saveiros, pensando en Doña Janaína de largos cabellos perfumados y ojos de naufragio.
Vino del Africa a la Bahía de Todos os Santos en la cubierta de los barcos de esclavos, entre los gemidos de los negros.

Aquí estableció para siempre su morada. Sus múltiples moradas, pues vive en diferentes lugares del mar bahiano: en las ruinas del Forte de Gamboa, en Río Vermelho, en la Barra -en su vieja fuente en medio de las piedras de la playa- en Monte Serrat, al pie del fuerte, en Itapua, en el Dique, en Pituba y en Itaparica.
Donde haya un pescador o un marinero allí estará con su amor y su seducción.
Dos fiestas marítimas se destacan en el ciclo de Yemanjá. La primera es la procesión de Nosso Senhor Bom Jesus dos Navegantes, el día 1º de enero. En ella predominan los signos católicos, en el sincretismo religioso de Bahía.
La segunda, es la procesión de Yemanjá, en Rio Vermelho, donde predominan los elementos fetichistas.
Los pescadores cantan:

                       "me voy a tomar mi jangadita
                          me voy a navegar..."

Los poderes de Yemanjá son grandes y sus hijos e hijas, la gente del mar, viven trayéndole regalos, cumpliendo sus obligaciones.
Los sábados, día de Janaína, jabones y peines, frascos de perfume y cartas con pedidos, son depositados en las aguas donde descansa: en el Dique, flores, en Monte Serrat, velas encendidas en las rocas y en las playas.
Pero su gran fiesta, la mayor de todas, la más solemne y bella, es el 2 de febrero, en Río Vermelho.
Es el día de los regalos de los pescadores a su reina.
La gente del mar y de las casas de santo, se reúne en el Largo de Sant'Ana, donde la pequeña iglesia, tan simple, tan blanca, participa de la ceremonia animista.
La fiesta, la realidad, comienza una semana antes, durante la cual, en el Largo con puestos y luces, la multitud desfila, baila, canta, bebe, come y ama.
En el misterio de las noches y de la distancia, roncan los atabaques, ya próximos, ya casi inaudibles.
La música de dioses primitivos se incorpora a la atmósfera del largo; y cada noche, el movimiento aumenta.
Por fin, llega el 2 de febrero, "Día de fiesta en el mar" como dice el trovador:

      "Quiero ser el primero en alabar a Yemanjá"

Los atabaques, ahora, roncan allí mismo, en la punta de la tierra que penetra en el agua, rasgando el océano, allí, los pescadores construyeron la casa-do-peso que también es el peji ..de Yemanjá.

De todas partes, desde la madrugada, desembocan allí las hijas de santo con sus trajes y collares rituales, cada una trae un regalo.
A la cabeza del pueblo los obás y los ogás: el maestro Carybé, Dorival Caymmi, Flaviano, jefe de los pescadores, Manuel Bomfim, escultor vecino del peji, el pintor Licídio Lopes y Mario Portugal, exportador de tabaco y ogá del candomblé de Mirinha do Portao.
Los regalos son cortes de género, cajas de jabón y de polvo, peines, metros de cinta, anillos, frascos de perfume, chinelas, aros, todo lo que corresponde a la belleza de una mujer, pues Janaína es vanidosa.
Las esposas de los pescadores, de los capitanes de los saveiros, de los hombres de mar, las que viven con el miedo de la espera cada vez que salen las jangadas y las canoas, además de regalos traen cartas, donde escriben sus pedidos, ruegan por la vida de sus hombres, por un mar de peces y de bonanza.
Para que Ynaê no ponga sobre sus maridos los ojos de su deseo y no desate tempestades. Porque Janaína elige cada año sus amados, aquellos con los cuáles partirá hacia su fiesta de amor, para las nupcias de naufragio en las tierras de Aioká.
Infinitos ramos de flores son llevados al peji; los jardines de la ciudad, tanto pobres como ricos, se desnudaron para que todas las rosas de ese día sean para la Sirena, para la fiel Mae d'Âgua.
El canto se eleva al ritmo de los atabaques:

                               "Viva la Reina del Mar
                                 Ynaê
                                 Princesa de Aioké
                                 Ynaê oh
                                 Viva la Reina del Mar"

En el largo, bailan con la animación de pequeñas orquestas. Es una fiesta extremadamente alegre, como, todo lo demás, lo son todas las fiestas del ritual afro-bahiano en las cuales los dioses confraternizan con los hombres y bailan y cantan con sus hijos.
No hay tristeza en la religión de los bahianos, la tristeza es cosa de blancos; en cuanto a nosotros, pueblo mestizo, heredamos la alegría del negro.

En el peji, un pez de madera, enorme, contiene el regalo nupcial traído por la colonia de pescadores.
En grandes cestos, se van amontonando las otras ofrendas, centenares de dádivas, algunas de precio, la mayoría, sólo recuerdos simples y baratos, pues el pueblo es pobre, inmensamente pobre.
Sólo son ricos en alegría, en disposición para vivir, ricos, también, en gentileza y gracia.
Las casas de la vecindad se llenan de gente conocida proveniente de todas partes de la ciudad.
La bella y fraterna casa de Tiburcio Barreiros, en la Ladeira do Papagaio, con una admirable vista sobre la fiesta, recibe con hidalguía bahiana a amigos y parientes.
A la media tarde, los regalos se llevan hasta un saveiro, después de dar una vuelta por el Largo de Sant'Ana en medio de los cánticos y el roncar de los atabaques de babalorishás y iyalorishás, babalaos y ogás encabezan el cortejo, seguidos por las hijas de Yemanjá, con sus cuentas transparentes como gotas de agua.
Después, vienen los marineros, los pescadores, una multitud.
La multitud va hacia la playa, delante de todos el pez de madera y los cestos con los regalos.
El saveiro donde se los deposita, toma el comando de las embarcaciones.
Jangadas de todos los tamaños, saveiros, barcos, lanchas, canoas. Barcos de la Companhía de Navegacao Bahiana, yates embanderados...
Cortan las aguas, enfrentan las olas, mar adentro, hasta donde Ynaé se encuentra cercada de peces, vestida de ostras y de algas.
Le ofrecen los regalos y forman un gran círculo alrededor, con los saveiros, las jangadas y las canoas.
Hombres y mujeres aguardan atentos la decisión de Janaína.
También en el largo la multitud hace silencio.
Aceptará los regalos?
Si los acepta, este será un año de abundancia y buena pesca, pero sinó... si los desprecia, habrá tormentas, tempestad y hambre.
De pronto, el clamor irrumpe en los saveiros y las madres de santo empiezan el canto de alegría: Doña Janaína, está recogiendo los regalos en sus cabellos verdes, en sus brazos de coral...
Desde la ribera, responden las aclamaciones y el baile recomienza y las palmas, el samba da roda, la rueda de la capoeira.
Orixá de Candomblé o Santo de Iglesia, todo es igual en devoción y en la alegría del pueblo.
Quién tuviera la gracia de asistir a la fiesta del dos de febrero en Río Vermelho, no lo olvidará jamás!

Textos de "Jorge Amado"

Efectivamente, el autor habla con la verdad y yo, que tuve la gracia de estar presente, a través de los años pude comprobar que lo dicho es cierto.

Las fotos que verán, corresponden a ese día, y fueron tomadas por mí en el año 2010.
A medida que lean el relato, podrán ver que las fotos no mienten.
Una vez más, afirmo, que si algo tiene el pueblo de Bahía, es tradición!

Marita

1 comentario:

Un pueblo que preserva su cultura